El legado imposible de Sepultura
Cuando se escriba la historia definitiva del metal latinoamericano, Sepultura ocupará un capítulo crucial. Pero si algo demuestran las carreras de Max Cavalera, Igor Cavalera y Andreas Kisser a 2025, es que la grandeza inicial no garantiza una evolución coherente.
Tres nombres. Tres visiones. Tres maneras distintas de abrazar —o romper— el legado que alguna vez compartieron.
Max Cavalera: El mito atrapado en su propia sombra
Tras su partida en 1996, Max Cavalera huyó hacia adelante. Soulfly, su primer proyecto post-Sepultura, fue tanto una liberación como una trampa: al intentar redefinirse, Max terminó replicando la violencia tribal que ya había perfeccionado en Roots.
- Soulfly evolucionó del nu metal comercial a un híbrido más orgánico en discos como Ritual (2018).
- Cavalera Conspiracy ofrece una nostalgia controlada, regrabando piezas de su pasado más glorioso (Beneath the Remains, Arise).
Max nunca pudo —o nunca quiso— escapar de la sombra de su propia mitología.
Hoy, a sus largos 50’s, Cavalera parece atrapado entre el confort de su leyenda y el temor a dejar de ser relevante.
Igor Cavalera: El hereje que encontró otra religión
De los tres vértices originales, Igor Cavalera es quizás el más incómodo para el purista del metal, pero también el más audaz. Tras su salida de Sepultura en 2006, no hubo nostalgia, ni discos tributo, ni merchandising retro. En lugar de recrear la furia de Roots, Igor la disolvió en otros lenguajes: techno, industrial, noise, electrónica. Proyectos como Mixhell, y colaboraciones con Pet Shop Boys o Soulwax, no fueron un capricho tardío, sino una reinvención profunda del concepto de ritmo y cuerpo.
Mientras su hermano Max permanece anclado en el eterno retorno de la guitarra tribal, Igor ha reformulado el pulso mismo de su arte. Lo suyo no es metal expandido: es otra cosa. Y precisamente por eso, es el único de los tres que ha escapado a la cárcel simbólica de Sepultura sin tener que escupir sobre su tumba.
Andreas Kisser: El arquitecto que construyó sobre las ruinas
Si Max fue el fuego y Igor el riesgo, Andreas Kisser ha sido el cimiento. Su rol como guitarrista y compositor a partir de Schizophrenia (1987) fue decisivo para convertir a Sepultura en una banda con narrativa artística. Desde la brutalidad técnica de Beneath the Remains, pasando por la evolución ideológica de Chaos A.D. hasta la revolución identitaria de Roots, Kisser fue más que un ejecutante: fue el que conectó el metal con la historia, la política y la identidad latinoamericana.
Tras la partida de Max, Kisser asumió la carga de mantener la nave a flote. No sin heridas. Con Derrick Green, la banda siguió grabando álbumes con menor impacto mediático, pero con una coherencia estética sorprendente (Dante XXI, Machine Messiah, Quadra). En paralelo, ha explorado su eclecticismo en proyectos como De La Tierra, su disco solista Hubris y colaboraciones que lo ubican como uno de los músicos más respetados del continente.
Kisser no explotó el mito: lo trabajó. No vive del pasado: lo transforma.
Tres versiones fallidas de la trascendencia
Si algo une a Max, Igor y Andreas en 2025 es una amarga ironía: ninguno ha logrado reproducir la chispa irrepetible que los definió en Sepultura.
Artista | ¿Fidelidad al legado? | ¿Riesgo artístico? | Estado actual |
---|---|---|---|
Max Cavalera | Sí, casi obsesiva | Bajo | Viviendo de su historia con “Bestial Devastation” (1985), “Morbid Visions” (1986) y “Schizophrenia” (1987) |
Igor Cavalera | Opuesta | Moderado | De Sancho Panza con Cavalera Conspiracy, y por momentos con chispazos de explorar la electrónica |
Andreas Kisser | Evolutiva | Alto | Arquitecto de la evolución |
Max se repite, Igor desafía, Andreas evoluciona. Ninguno, sin embargo, ha podido capturar el relámpago en botella que fue Arise o Chaos A.D.
¿Qué queda de Sepultura en 2025?
En su mejor momento, Sepultura fue más que una banda: fue un movimiento cultural, una rebelión de la periferia contra el centro del metal anglosajón.
Hoy, su herencia se desintegra en proyectos fragmentados, cada uno portando apenas un trozo del espíritu original.
Quizás sea justo que no haya una reunión total.
Quizás la verdadera Sepultura solo pudo existir en su tiempo y en su lugar, como un estallido perfecto que ni Max, ni Igor, ni Andreas pudieron jamás volver a conjurar.
Leave a Reply